domingo, 25 de agosto de 2013

Los enemigos de Sergio Magaña






Los enemigos de Sergio Magaña, es una tragedia-ballet publicada en 1984, e inspirada en una versión libre del Rabinal Achí. La obra expone los conflictos entre el varón de Rabinal y el varón de Queche, estos ocasionados cuando Queche comete el robo de tributos, además de relacionarse sentimentalmente con la virgen prometida de Rabinal. El texto dramático es interesante, hay momentos emotivos en los que se resalta el heroísmo y la valentía de los personajes, sin embargo, esto no siempre es así y la ambigüedad los hace, en momentos estratégicos, chocantes.

            Aunque Rabinal y Queche están enfrentados son muy similares, al parecer Magaña trata de mostrarlos como personajes heroicos y que tienen el mismo peso de valor, quizá esto para que sea aún más dramático, porque cada uno tiene razón en la justificación de sus acciones, lo que hace la diferencia es la posición de ventaja o desventaja en la que está cada uno en ese momento. Esto no implica que su humanidad no les juegue malas pasadas, el orgullo y los celos en ocasiones los hacen perder completamente la objetividad, volviéndolos hombres llenos de dudas y miedos.

            Por el contrario, la imagen femenina si muestra un contraste, los personajes de Yamanic Mun y Pilmama están en lugares completamente opuestos. Yamanic está inconforme con su papel, ella desea ser valorada de diferente manera y está en contra de las guerras y los juegos del poder, desea un cambio y hasta cierto punto es causante de los celos y las inseguridades de Rabinal. Pilmama está resignada en su papel de servir, de perder a los hijos en la guerra y entiende los juegos del poder. En este sentido me parece atinado que Magaña le dé más protagonismo a los personajes femeninos y altere un poco la versión del Rabinal Achí.

            Por otra parte, es muy grato poder leer el texto y hacer la comparación con la puesta en escena de Lorena Maza, a cargo de la Compañía Nacional de Teatro. Me viene a la mente lo dicho por Anne Ubersfeld en Semiótica Teatral, la práctica textual está muy ligada a la representación, ya que en este caso si es necesaria esa imaginación esencial (director) para completar la ficción propuesta. El plano escénico completa el texto de Magaña, y aunque desgraciadamente no se puede visualizar por completo la obra, permite ver un poco de la representación y los elementos que se han completado por parte del director.

            Emilio Carballido nos habla sobre la puesta en escena propuesta por la Compañía, para lo que llaman “la escena moderna”, cabe aclarar que no corresponde completamente al texto de Magaña, así que vemos un discurso diferente, que a ojos de Carballido es un error. Es atractivo ver, lo que Fernando del Toro llama, la manifestación material de la escritura, o al menos la manifestación propuesta por el director. Hay cosas valiosas, algunas códigos, como la vestimenta propuesta de tipo indígena-español, el uso de las luces y sus claros oscuros, los cambios de escenario a la vista, etcétera. 

            Por otro lado a mi parecer las actuaciones no logran convencer, el drama no es potencializado, me parece que falta más danza y música, por ejemplo en escenas importantes como la danza-lucha antes del sacrificio. También me desagradaron los elementos de catolicismo y las interrupciones a la acción, que también menciona Carballido. La animalización de los bailarines es importante y resalta, pero no logra manifestarse de forma magistral. Una de las cosas bien logradas es la de los funcionarios, corruptos, volubles y sin valores que realmente pueden ser muy molestos.

            En resumen la obra de Magaña me gustó, salvo quizá por el terrible episodio de la visión de Pilmama sobre la conquista. Finalmente, el texto dramático deja muchas posibilidades abiertas para lograr que la interpretación sea original, un buen texto de la puesta en escena completaría el trabajo de reciprocidad entre texto y contextualización. Por otra parte el texto espectacular, en este caso el de Maza, no logra una comunicación evidente con el espectador, se resaltan cosas innecesarias que no existían en el texto de Magaña, como la participación de Charles Etienne Brasseur de Bourbourg, y se destaca poco la ritualidad del sacrificio, cosa que podría ser algo realmente impresionante. 





Los enemigos. De Sergio Magaña. Parte 1 de 6:





martes, 13 de agosto de 2013

El Quetzalcóatl de Luisa Josefina Hernández




Quetzalcóatl es una obra de Luisa Josefina Hernández, escritora y especialista en arte dramático, así como profesora e investigadora de la UNAM. La obra se divide en dos partes, la primera, recrea el mito de la creación del hombre y el robo del maíz por el dios Quetzalcóatl; la segunda parte habla sobre la humanización del dios, el empoderamiento del pueblo mexica y el vislumbre de su caída por la llegada de los españoles.  
            La primer parte trata de rescatar los mitos fundacionales, al parecer tomados del códice Chimalpopoca, es evidente que la representación está pensada para que se mantenga la atmósfera ritual y de sincretismo. Hernández trata de remarcar la idea del dios creador, representante de la espiritualidad, poseedor de las artes, la bondad, la humildad y la claridad de espíritu. La importancia de Quetzalcóatl durante la época prehispánica radica en que es una de las deidades más importantes y presente en casi todos los pueblos mesoamericanos; por ser asociado a la agricultura, se marca como una deidad que explica el origen de la vida misma. Es creador del quinto sol, que corresponde a la época actual.
            En esta primera parte también aparece un personaje muy importante que acompaña a Quetzalcóatl en el Mictlan, su nagual, es interesante que en algunos momentos juega un papel de gracioso que le quita solemnidad a esta parte de la obra, haciéndola más amena. Cuando Quetzalcóatl crea a los hombres con el polvo de los huesos robados a Mictlantecuhtli y su propia sangre, es el nahual el que roba el maíz a las hormigas para alimentar a los hombres. Aunque el nahual es el desdoblamiento del dios, Hernández hace muy evidente la naturaleza de esa otra parte que se aleja de lo ceremonioso. 
            La segunda parte explica como los mismos hombres tratan de corromper a Quetzalcóatl, Hernández habla de nigromantes, hay algunas versiones que mencionan a Tezcatlipoca, que es una especie de némesis del dios, como el que urde el plan de emborracharlo. Creo que en la obra de Hernández, esta parte, maneja una similitud con la idea judeocristiana del dios que se sacrifica por medio de la humanización. Quetzalcóatl está consciente de lo que buscan, por ello utiliza el desdoblamiento del nahual, que se vuelve Xólotl, o su gemelo malvado.
            La dualidad oscura de Xólotl, da paso a una especie de violación o por lo menos a que Quetzalcóatl deje de ser célibe al yacer con su hermana; es como una especie de pérdida de los ideales espirituales del pueblo tolteca, el Quetzalcóatl-Xólotl abandona el Tollan y una vez más hace evidente el auto sacrificio. El pueblo mexica es como la representación del olvido de los ideales espirituales, se desvirtúa la religión y se hace presente la represión política, se vuelve a los sacrificios.
            Moctezuma II es la imagen del soberano despótico, Hernández nos pinta la caída de Tenochtitlán como una consecuencia de la arbitrariedad del pueblo mexica, causa de la inestabilidad de las rebeliones internas. Moctezuma II pensará que Hernán Cortés es Quetzalcóatl, la obra de Hernández lo explica, al perder el verdadero origen, el ser desvirtuado, alejado de su espiritualidad, pierde el significado real de las cosas. 
            Como se puede apreciar la historia y el lenguaje de la obra es completamente poético, y lo sustenta incluso en fuentes antropológicas e históricas, hace referencias visuales del movimiento de los cuerpos celestes, de las referencias de Quetzalcóatl como Venus, la estrella matutina, como cometa, esto complejiza la puesta en escena al igual que las acotaciones tan exactas acerca de la vestimenta y las imágenes prehispánicas. Por un lado me parece maravilloso el trabajo de investigación y que utilice fuentes como San Bernardino de Sahagún, Miguel León-Portilla, Alfonso Caso Andrade, Laurette Séjourné, Ángel María Garibay, etcétera; pero por otro lado me hace pensar en dificultades para llevar a cabo la representación.
            La obra maravilla por su contenido mítico, histórico y antropológico; porque considero de manera muy personal que logra la reflexión a través de un lenguaje muy cuidado, además pretende una puesta en escena muy elaborada y apegada a una realidad histórica.




             En este sentido, Anne Ubersfeld pregunta, en Semiótica teatral, ¿se puede leer teatro? En este caso en particular, yo opino, que lo que no se puede leer son las didascalias, el texto en sí es entendible, el problema de Quetzalcóatl es que está pensado para la representación y, como ya mencioné, una muy magnifica. Las didascalias mencionan vestimentas e imágenes, reales y precisas, resulta difícil leer el texto y luego a su vez pensar en lo que las referencias nos dicen, es un trabajo de parar la lectura y ponerse a investigar en internet a cuál imagen del códice se refiere Hernández, en caso de encontrarla.

            Sin embargo, es claro el estrecho lazo de la práctica textual que realiza con la representación, a mí en lo personal me ganó mi vena de literatura y me resultó difícil imaginar el espectáculo completo. No dejo de lado la complejización del texto teatral, que con tantos elementos busca una comunicación sumamente expresiva y creativa, que construya un sentido completo a los sentidos. Me pregunto cómo sería el espectáculo desde los ojos de otro director que no fuera Hernández, quizá el estilo de la escritura mantendría una correspondencia entre texto y representación, como Ubersfeld propone.

            Finalmente creo que no importaría tanto privilegiar el texto o el espectáculo, sino mantener un equilibrio de los códigos, esto para que el lenguaje de la obra sea tanto connotativa como denotativa, que estimule al público y lo hago reflexionar un poco. Ubersfeld lo propone al decir que el teatro puede ser incitación a una práctica social.