viernes, 22 de noviembre de 2013

Hígado (El último viaje de Odiseo)




Tengo que comenzar diciendo que Hígado, es un choque a todos los sentidos. Que me reí, me sorprendí y en momentos tuve muchísimo asco. También me inquieté, pero a la distancia creo que no me fue porque la obra me pareciera aburrida o completamente extraña, creo que esa sensación simplemente era parte del efecto que se quiso transmitir al público. Esta obra es una puesta en escena de la compañía venezolana el Incinerador Teatro, creada en 2006. Que se caracteriza por una dramaturgia sumamente corporal, mucha experimentación y que busca lo estético. No sé qué tan estética haya sido para los demás, pero en cuanto a lo experimental y corporal, no hay duda.
            Es escena hay dos actores, uno que es Odiseo y otro Homero, todo el tiempo se está haciendo referencia a regresar a Ítaca, es como un mantra. Esa idea de Ítaca, es un largo camino en el que el tiempo ya no es algo medible y por el que todos vamos a viajar. La obra está formada por una especie de cuadros en la que los personajes hablan monólogos larguísimos acompañados de escenas extrañas.  En la reseña se menciona la lucha entre la razón y el sueño, y es que podría decirse que en momentos creí que era completamente surrealista, ahora pienso que es una obra completamente posmoderna, referenciando a Linda Hutcheon.     
            La sala de una casa es ese lugar por el que viajan los personajes, ahí comienzan haciendo el cuadro de honor a las personalidades más bizarras y asquerosas. Se hace uso de multimedia para proyectar a Bill Gates, Martha Stewart, Steve Jobs, entre otros. Estos son los claros ejemplos del consumismo y la dependencia a lo material y efímero. En sí, para mi Hígado, es la crítica que se hace a nuestra sociedad contemporánea, tragamos sin digerir porque nuestro hígado está dañado, dañado o inexistente. Ya no procesamos nada como sociedad y mucho menos como individuos, tenemos toda una existencia sin filtrar.
            El hilo conductor es la crítica y la multimedia, hay varias escenas que me parecieron muy interesantes. La primera es cuando los personajes comen de manera grotesca papitas y chicharrones, toman agua y comienza a vomitar y a embarrarse ese vomito entre ellos. Se trata, a mi perspectiva, de una idea muy real de lo que hacemos en el mundo, no puede dejar de pensar que nuestra generación ha comido mierda desde que nació.
            La segunda, que me pareció también desconcertante es el desnudo completo de uno de los personajes, no lo esperaba, este va acompañado de un discurso de quién sabe qué, porque efectivamente, como después lo explican, está uno más inmerso en la extrañeza del desnudo que en lo que realmente se critica en ese discurso. Evidencia lo morbosidad que aqueja a la sociedad actual. Aparte del desnudo se echa pintura y comienza a pintar con el cuerpo un lienzo, la crítica es ahora directa a la comercialización del arte.
            No contentos con eso se comienza a subastar la pintura, se vendió en algo así como $500 pesos, las cervezas se vendieron en $20, las palomitas que se le tiraron al publico eran gratis, es decir, la interacción con el público fue total ya que al finalizar la obra, tanto el director como los actores, pudieron ser cuestionados por el público. Finalmente, Hígado es una formación de audiencia, lo dijeron ellos y lo creo ahora, te meten en el teatro y te permiten ser parte de esa lucha de la representación.

Su alteza Serenísima de José Fuentes Mares





 A razón del 28 aniversario del Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares, es que se presentó su obra Su alteza serenísima. En la que el escritor nos propone un Antonio López de Santa Anna en decadencia, que ante su destitución como presidente se niega a aceptar la pérdida del país en el exilio y, en total evasión, se dedica a dictarle a Jiménez sus memorias que incluyen días más gloriosos.


            Santa Anna está completamente deschavetado, es el personaje histórico al que se le trae a colación a través del mito. Fuentes Mares lo desdibuja a través de la parodia, y no es que cambie el personaje, pero si lo destaca por las cualidades negativas. Su alteza serenísima o su altísima serenísima, como por ahí dijeron, es la burla que se hace llamar el “Defensor de la patria.”
            Estamos pues ante la representación de la tiranía, no por nada él mismo Santa Anna se compara con Napoleón. Y es que la historia es efectivamente un drama, en el que nuestro héroe perdió la mitad del territorio, perdió la presidencia, perdió el respeto y lo único que le interesa es hacerse del poder, el pueblo es lo de menos. Esos que no saben manejar el país, ese pueblo como Petra, que tiene más lucidez que todos en esa casa.

            Jiménez escribe la historia, una historia distorsionada que nada se apega a los hechos verdaderos. Las memorias de Santa Anna son un montón de hechos dispersos, rehechos, incompletos como el protagonista y como su “mano derecha”, y es que literalmente al personaje le falta el brazo izquierdo. Nuestros sistemas están mancos y cojos.
            Me declaro una completa desconocedora de la obra teatral de este gran escritor, por lo que fue muy grato descubrir un texto espectacular divertido, ligero y sumamente crítico. Aunque la acústica del teatro no era la mejor, y en ocasiones las risas no me permitían escuchar bien los diálogos, me entusiasmó que el público se involucrara con la obra. El trabajo de Perla de la Rosa como directora se destaca, sobre todo al actualizar el texto con referencias políticas actuales muy pertinentes.


            Claro está que hubo unas actuaciones mejores que otras, sobre todo las femeninas, que como Lola y Petra me hicieron reír mucho. El mobiliario fue escaso, pero funcional, permitió centrarse en los diálogos inteligentes y con bastantes referencias históricas, no sé puede negar tampoco el trabajo de historiador de Fuentes Mares. El mayor peso en la actuaciones está a cargo del Santa Anna, que con su pata de palo se la pasa dando tumbos por aquí y por allá, y que no deja de hacernos reír por más de una hora. 




Justicia negada de Perla de la Rosa






Tengo que admitir que no quería ir a ver Justicia negada, que lo dudé incluso estando a punto de entrar. La temática no era mucho de mi agrado, sobre todo porque creo que todos hemos vivido muchos años con la sombra funesta de las “muertas de Juárez”. Es un tema sensible, doloroso y que esta vez no garantizaba carcajadas. Ya estaba ahí, entré. No me arrepiento, la obra me gustó muchísimo. 
            Justicia negada, está escrita y dirigida por Perla de la Rosa. Trata sobre las madres de tres jóvenes que aparecieron muertas en los campos algodoneros, quienes emprendieron una batalla legal contra las autoridades mexicanas, debido a los feminicidios, en el 2009 ganaron en la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

            Los hechos son narrados de dos formas: la realista, en la que Josefina González, Irma Monreal y Benita Monárrez, cuentan desde su perspectiva como madres su peregrinar por obtener justicia. Todos los sucesos desde que sus hijas desaparecieron, su enfrentamiento con la policía, las vejaciones que sufrieron a la par de sufrir el duelo de la pérdida. Siempre está presente la idea de encontrar a las hijas donde quiera que estén. Las escenas tienen fuerza por los diálogos y la emotividad de la representación. 



             A la par de esto, se narra la historia mítica, la de la batalla de los mil días, en la que las mujeres lucharon contra un dios maligno que se apoderó de sus hijas a través de los hombres águila y los hombres rata, secuestradores de doncellas. Elona, la hija de la diosa de la verdad, también ha sido secuestrada y solo la fuerza y el valor de las mujeres romperá este mal. Esto es narrado entre juegos y charlas por un niño, quién perdió a su familia, también como referente de los sucesos violentos en Ciudad Juarez.


            Del texto espectacular lo que más sobresalió fueron los juegos de luces, la constante penumbra y las sombras de un lado a otro por las velas. La arena alrededor como símbolo del desierto y la aridez de la justicia. La desolación impregna el espejo y las mecedoras, el escenario es una casa vacía llena de luto y dolor. Hay una escena en la que las madres apilan cajas y cajas, es la representación de la burocracia, de los expedientes que nunca se cierran porque nunca nadie los trabaja, el hastío de las leyes.


            Al final la obra cierra con el fallo a favor, pero es un logro demasiado agridulce, ya que se proyectan las disposiciones que nunca se han llevado a cabo, seguimos en las mismas. Elona es liberada, pero no podrá regresar a esta realidad, esta ya no es la suya. La obra termina y entiendo porque la insistencia de continuar con el tema, la necesidad de no cerrar los ojos a una realidad que seguimos viviendo en todo el país.