A
razón del 28 aniversario del Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares,
es que se presentó su obra Su alteza
serenísima. En la que el escritor nos propone un Antonio López de Santa
Anna en decadencia, que ante su destitución como presidente se niega a aceptar
la pérdida del país en el exilio y, en total evasión, se dedica a dictarle a Jiménez
sus memorias que incluyen días más gloriosos.
Santa Anna está completamente deschavetado,
es el personaje histórico al que se le trae a colación a través del mito.
Fuentes Mares lo desdibuja a través de la parodia, y no es que cambie el
personaje, pero si lo destaca por las cualidades negativas. Su alteza
serenísima o su altísima serenísima, como por ahí dijeron, es la burla que se
hace llamar el “Defensor de la patria.”
Estamos pues ante la representación
de la tiranía, no por nada él mismo Santa Anna se compara con Napoleón. Y es
que la historia es efectivamente un drama, en el que nuestro héroe perdió la
mitad del territorio, perdió la presidencia, perdió el respeto y lo único que
le interesa es hacerse del poder, el pueblo es lo de menos. Esos que no saben
manejar el país, ese pueblo como Petra, que tiene más lucidez que todos en esa
casa.
Jiménez escribe la historia, una
historia distorsionada que nada se apega a los hechos verdaderos. Las memorias
de Santa Anna son un montón de hechos dispersos, rehechos, incompletos como el
protagonista y como su “mano derecha”, y es que literalmente al personaje le
falta el brazo izquierdo. Nuestros sistemas están mancos y cojos.
Me declaro una completa
desconocedora de la obra teatral de este gran escritor, por lo que fue muy
grato descubrir un texto espectacular divertido, ligero y sumamente crítico.
Aunque la acústica del teatro no era la mejor, y en ocasiones las risas no me
permitían escuchar bien los diálogos, me entusiasmó que el público se
involucrara con la obra. El trabajo de Perla de la Rosa como directora se
destaca, sobre todo al actualizar el texto con referencias políticas actuales
muy pertinentes.
Claro está que hubo unas actuaciones
mejores que otras, sobre todo las femeninas, que como Lola y Petra me hicieron
reír mucho. El mobiliario fue escaso, pero funcional, permitió centrarse en los
diálogos inteligentes y con bastantes referencias históricas, no sé puede negar
tampoco el trabajo de historiador de Fuentes Mares. El mayor peso en la
actuaciones está a cargo del Santa Anna, que con su pata de palo se la pasa
dando tumbos por aquí y por allá, y que no deja de hacernos reír por más de una
hora.
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